Como cualquiera que sigue el activismo escéptico sabe, las creencias falsas y contrarias al conocimiento científico son sin excepción potencialmente dañinas para el individuo o la sociedad que las adopta. Nunca será suficiente repetir este hecho. Esto es así porque una persona o una sociedad que actúa partiendo de supuestos falsos se acercará con mayor probabilidad a soluciones falsas para problemáticas reales. Pueden causar daños económicos, psicológicos, de salud, políticos y/o ambientales, según la pseudociencia de la que se hable. Para ejemplos concretos, puede consultarse el listado de tragedias pseudocientíficas y sobrenaturales del portal Whats the Harm? (curiosamente, el portal no ofrece casos de daños por la creencia, la promoción o la práctica de la criptozoología). También, próximamente, los astrofísicos argentinos Leandro Abaroa y Gustavo Esteban Romero, están por publicar un nuevo paper donde proponen una clasificación de pseudociencias según el riesgo para los valores humanos (con cuatro niveles), que comentaremos cuando se publique.
Pero suele hablarse de ciertas pseudociencias como poco dañinas e incluso inocuas. La ufología, la parapsicología, la astrología y, claro, la criptozoología, se les suele presentar como engaños poco riesgosos para sus practicantes, aunque se asegura que son falsas y que su promoción sea éticamente cuestionable. Pero estas pseudociencias sí presentan un riesgo muy real: el daño a la educación al promover creencias falsas, teorías irracionales y dogmáticas y ser la puerta de entrada a otras creencias irracionales potencialmente más dañinas.
Los autores de Abominable Science! (2012) Daniel Loxton y Donald Prothero hablaron sobre estos peligros muy reales (especialmente para la educación y la comprensión pública de la ciencia) de la criptozoología en una entrevista con Kyle Sturgess en el portal de Skeptical Inquirer en 2014 (yo sé que es algo vieja, pero sus advertencias siguen estando vigentes):